viernes, 7 de octubre de 2011

Aunque nadie lo sepa

("¿Cómo hacerle comprender al mundo que lo nuestro es maravillosamente distinto?")

Cuando escribí la letra de Nunca fuimos a Las Vegas lo hice pensando, aterrado, en lo duro que debería ser vivir en una relación que sabes que ya no es como fue, que se acaba y, lo que es peor, que te aburre, que aburre al otro y que, más que irse muriendo, poco a poco vais matando con vuestra indiferencia. Recuerdo que se me ocurrió a raíz de la viñeta de Quino que adjunto arriba, en la que, aunque posiblemente quiera decir otra cosa, yo quise leer que al final, por muy especial que tú quieras verla, tu relación acaba siendo la misma mierda que todas las demás: enamoramiento, aburrimiento, apatía, ruptura y fin.

(La viñeta representa a una quincena de parejas de enamorados, todas aparentemente surgidas del mismo molde, y a una de ellas, que nada tiene de diferente, preguntándose: "¿Cómo hacerle comprender al mundo que lo nuestro es maravillosamente distinto?")


Sin embargo, imagino que inconscientemente también estuvo influida por la bellísima "Oh my sweet Carolina" de Ryan Adams ya que, años después, caí en ese verso de "I ain´t never been to Vegas but I gambled up my life" y recordé que, antes de que Pedro la transformara en lo que un día, razonablemente ebrios, bautizamos como un "híbrido entre Los Suaves y La Fuga", yo pretendí que fuera una baladita baladosa.
Pero lo que siempre tuve claro (todo lo claro que puedo tener yo algo, claro) que le vendrían bien unos versos, que reforzaran lo que servidora intentaba explicar sin tener la capacidad ni el lirismo que, finalmente, encontramos en las palabras de Alberto Tesán:

(...)
Nos sabemos extraños y el engaño nos duele
como duelen las noches pasadas en silencio
mirando de soslayo el contorno de un cuerpo
que no reconocemos y que un día fue nuestro.
Nos hemos traicionado
y pagamos el precio de nuestra cobardía
con la sangre cansada que nos mantiene muertos.

(En las horas oscuras, dentro del poemario El mismo hombre)



Sin embargo, quizás sea este el blog apropiado para recordar que, aunque la métrica, el ritmo y otras cosas que no entiendo dejaron fuera de la canción a estos otros versos de Vicente Gallego, en el fondo, siempre han estado ahí:

ESTADÍSTICA


De todas las maneras que el amor
es capaz de inventar para matarse,
son las más compasivas las que muchos
consideran más crueles: la traición,
la mentira, cualquier suicidio rápido
que certifique el fin con mucha sangre
y permita lavarla con el llanto.
Pero el amor es cruel consigo mismo,
o es acaso muy torpe, porque suele
elegir una muerte sin nobleza
que se da con un arma lenta y triste:
ese gas repulsivo y venenoso
que acaban generando los bostezos.

(El sueño verdadero. Poesía 1988-2002)

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