jueves, 8 de diciembre de 2011

Toda esta poesía que nunca cabe en un poema

Otro álbum que siempre hay que tener en cuenta a la hora de hablar de discos de poesía es el proyecto bicéfalo entre Roger Wolfe y Diego Vasallo. A Roger Wolfe ya le citamos para celebrar la gran fiesta de la democracia ("corderos camino del matadero/dándole a escoger el arma/ al matarife") y es un poeta, mínimo, interesante, con momentos brillantes y otros aceptables. El segundo se hizo famoso como compinche de Erentxun en Duncan Dhu, luego formó Cabaret Pop y, posteriormente, adoptó el papel de Leonard Cohen patrio en discos más preocupados por la lírica que por la música, algunos de ellos bastante inspirados, como Canciones de amor desafinado.

Diego Vasallo es de estos cantantes que tienen poco de cantante, que muchos odian porque creen que se las dan de profundos con su voz de ultratumba, aparentemente forzada, y sus letras pseudointelectuales. Me temo que es justamente lo contrario: lo de Diego Vasallo sí es poesía y serían enormes canciones si no fuera porque a veces se olvida de ese pequeño detalle que es la melodía... En cuanto a la voz, si algo sería estúpido es que el proyecto Un Hombre Exquisito se permitiera juzgar a otros por sus dotes vocales y, además, como dice el director de cine Antonio Blanco (con el que trabajaremos, esperamos, en breve) hay que intentar escuchar siempre a los que no tienen buena voz, porque seguramente tienen muchas cosas que decir que te acabas perdiendo. En cualquier caso, es verdad que para parte del público la voz de Diego Vasallo puede ser un lastre, sobre todo por su interés de llevarla al extremo y autolimitarse a un registro entre el susurro y el tarareo. Como Jean Paul, del que hablaremos más adelante.

El disco que hicieron entre los dos, La máquina del mundo, es bastante simple: 11 poemas de Roger Wolfe, 6 transformados en canción por Diego Vasallo y 5 recitados por el mismo Wolfe. El problema es que la diferencia entre el recitado y la canción es mínima y, para aquellos a los que no les guste el proyecto de Diego Vasallo, sencillamente, inexistente. Además, ponen las cartas boca arriba desde el principio con una canción de nueve minutos siete segundos. Tal que así:



Luego hay recitados del propio Wolfe con un fondo musical. Como, por ejemplo, el que sigue:






Y claro, además, ese medio camino entre tarareado y recitado en el que se mueve Vasallo. Es decir, poco para los que no están muy dispuestos a verse sumergidos en un recital y, a veces, poco satisfactorio para los que son capaces de leer los poemas por sí mismos... Desde luego no tan satisfactorio para aquellos que conocimos a (o nos reconciliamos con) Vasallo gracias a la versión de Quique González de "La vida te lleva por caminos raros". Aunque, eso sí, con momentos suficientes para presumir para aquellos que nos gusta decir: "¿no tienes el disco de Roger Wolfe y Diego Vasallo? No es para todo el mundo, pero tiene momentos cojonudos... Aunque igual te suena más por la versión de Quique González...". Y, claro, pones la versión de Quique:


O a pensar, para cuando nos llegue el momento, que no es nada fácil hacer un disco de poesía. Pero que debe ser mucho más fácil cuando tienes detrás Canciones de amor desafinado.

Por si acaso.