Hemos decidido reorganizar y unificar la piara de blogs de la que hacíamos gala. Tranquilos, seguimos con las mismas ganas de fracasar, solo que hemos aprendido a hacerlo con más clase. Puedes encontrar este blog exactamente igual en:
Otro álbum que siempre hay que tener en cuenta a la hora de hablar de discos de poesía es el proyecto bicéfalo entre Roger Wolfe y Diego Vasallo. A Roger Wolfe ya le citamos para celebrar la gran fiesta de la democracia ("corderos camino del matadero/dándole a escoger el arma/ al matarife") y es un poeta, mínimo, interesante, con momentos brillantes y otros aceptables. El segundo se hizo famoso como compinche de Erentxun en Duncan Dhu, luego formó Cabaret Pop y, posteriormente, adoptó el papel de Leonard Cohen patrio en discos más preocupados por la lírica que por la música, algunos de ellos bastante inspirados, como Canciones de amor desafinado.
Diego Vasallo es de estos cantantes que tienen poco de cantante, que muchos odian porque creen que se las dan de profundos con su voz de ultratumba, aparentemente forzada, y sus letras pseudointelectuales. Me temo que es justamente lo contrario: lo de Diego Vasallo sí es poesía y serían enormes canciones si no fuera porque a veces se olvida de ese pequeño detalle que es la melodía... En cuanto a la voz, si algo sería estúpido es que el proyecto Un Hombre Exquisito se permitiera juzgar a otros por sus dotes vocales y, además, como dice el director de cine Antonio Blanco (con el que trabajaremos, esperamos, en breve) hay que intentar escuchar siempre a los que no tienen buena voz, porque seguramente tienen muchas cosas que decir que te acabas perdiendo. En cualquier caso, es verdad que para parte del público la voz de Diego Vasallo puede ser un lastre, sobre todo por su interés de llevarla al extremo y autolimitarse a un registro entre el susurro y el tarareo. Como Jean Paul, del que hablaremos más adelante.
El disco que hicieron entre los dos, La máquina del mundo, es bastante simple: 11 poemas de Roger Wolfe, 6 transformados en canción por Diego Vasallo y 5 recitados por el mismo Wolfe. El problema es que la diferencia entre el recitado y la canción es mínima y, para aquellos a los que no les guste el proyecto de Diego Vasallo, sencillamente, inexistente. Además, ponen las cartas boca arriba desde el principio con una canción de nueve minutos siete segundos. Tal que así:
Luego hay recitados del propio Wolfe con un fondo musical. Como, por ejemplo, el que sigue:
Y claro, además, ese medio camino entre tarareado y recitado en el que se mueve Vasallo. Es decir, poco para los que no están muy dispuestos a verse sumergidos en un recital y, a veces, poco satisfactorio para los que son capaces de leer los poemas por sí mismos... Desde luego no tan satisfactorio para aquellos que conocimos a (o nos reconciliamos con) Vasallo gracias a la versión de Quique González de"La vida te lleva por caminos raros". Aunque, eso sí, con momentos suficientes para presumir para aquellos que nos gusta decir: "¿no tienes el disco de Roger Wolfe y Diego Vasallo? No es para todo el mundo, pero tiene momentos cojonudos... Aunque igual te suena más por la versión de Quique González...". Y, claro, pones la versión de Quique:
O a pensar, para cuando nos llegue el momento, que no es nada fácil hacer un disco de poesía. Pero que debe ser mucho más fácil cuando tienes detrás Canciones de amor desafinado.
Como hemos dicho, Loquillo siempre debe ser un referente por su trabajo musicando poesía... Tanto para lo bueno como para lo malo. Es decir, tanto para "Con elegancia" o "Julia Reis" como para "Cantores" o "El encuentro". De "Cantores", un maravilloso poema de Gabriel Sopeña que siempre intentaremos versionar, hablaremos más adelante... De "El encuentro", particularmente, uno de mis poemas preferidos y de su fallida versión, os dejamos ahora.
Pero, antes, un ejemplo de cómo sí hay que musicar la poesía: esta maravilla a partir del poema "Julia Reis" de José Mateos (perteneciente a su libro Una extraña ciudad e incluida en La vida que yo veo de Loquillo).
Otra maldita tarde de domingo, una de esas tardes que algún día escogeré para colgarme del último clavo ardiendo de mi angustia. En la calle familias con niños, padres y madres sonrosadamente satisfechos de su recién cumplido deber electoral; gente encorvada sobre radios que escupen datos, porcentajes en los bancos. Corderos de camino al matadero dándole a escoger el arma al matarife.
Muchos de mi generación hemos siempre mirado con suficiencia a Loquillo: es un flipao, está más pasao que Eddie Crocham, ¿quién coño se cree que es este tío que canta regular, escribe normal y se pasea como si fuera un trasunto de Dylan, Elvis, Sinatra, Adolfo Suárez, Berlusconi y Scott Fitzgerald?
Hay que reconocer que Loquillo tiene muchos defectos: no ha cambiado de peinado en 30 años, el logo de su banda (estampado en chupas de cuero, para más inri) era un dibujo animado bastante ridículo, su banda se llamaba Los Trogloditas, él se sigue llamando Loquillo cuando tiene más de 12 años, a veces habla de sí mismo en tercera persona (y entonces dice “El Loco”) y, sobre todo, se ha creído que tener “actitud” es tener una pose forzadísima a la hora de las fotos y engolar muchísimo la voz cuando crees que vas a decir algo importante. Además, sus videoclips son seguramente los peores de la historia del rock español… (consúltense "El hombre de negro", "Con elegancia", "Cuando pienso en los viejos amigos", "Cadillac solitario"…¡"La vida que yo veo!")
Es cierto que a veces transciende el nivel de horterilla o puretas desfasado para rayar lo patético. En general, y en resumen, como cualquier persona que ha vivido intensamente los 80, parece tener serios problemas para hacer una criba entre el buen y el mal gusto.
Pero siempre que se hablen de discos de poesía adaptados al lenguaje del rock hay que tenerle más que presente. Bueno, de hecho, siempre que se hable de rock español o de madurar con estilo (sí, con bandazos y equivocaciones, pero a los 50 años muy pocos son capaces de hacer Balmoral) hay que tenerle presente. De hecho, en realidad, y por muchos defectos que tenga, mi generación, al hablar de música, siempre debería tenerle presente.
Loquillo empezó en la música sin saber tocar ningún instrumento, sin tener una buena voz y sin escribirse sus propios temas. Que pudiera grabar discos ya tiene mérito. Que triunfara, ni te digo. Que siga aquí 35 años después es encomiable. Y, desde luego, indica que algo ha sabido hacer bien.
En el fondo es bastante sencillo: Loquillo es un personaje creado por José María Sanz que ni se cree tan guay, ni tan guapo, ni tan chulo y, sobre todo, es mucho más listo. Y siempre ha sabido que para triunfar o, sobre todo, para hacer buenos discos, hay que saber rodearse de los mejores. Y es lo que ha hecho siempre: primero, con Carlos Segarra; luego, con Sabino Méndez; después, con Gabriel Sopeña. De vez en cuando con textos de Gil de Biedma, Jacques Brel, Lorca… y ahora con un disco íntegro de poemas de Luis Alberto de Cuenca.
Y los que alguna vez nos hemos atrevido a mirarle por encima del hombro deberíamos pararnos a pensar si no es cierto que tiene un repertorio de, al menos, veinte hits, diez joyas, y otras treinta canciones que cualquiera querría en sus discos. Y luego darse cuenta de que, igual que José María Sanz nunca ha sido un rockabilly talibán, sino un amante de la buena música que ha sabido comprender mejor y antes que nadie a Calamaro, Love of Lesbian, Sidonie, El Columpio Asesino, Bunbury o Fito, a veces hay que quitarse la cera de los prejuicios y escuchar.
Y si lo haces y no eres imbécil podrás decir que la portada te parece una horterada, que algunos poemas parecen haber sido seleccionados al azar, que la inclusión de "La tempestad" puede no tener ningún sentido, que los arreglos de "La noche blanca" son más que discutibles… Pero no puedes discutir que, pese a esos arreglos, "La noche blanca" es un buen tema, que "Su nombre era el de todas las mujeres" y "Farai un vers de dreyt nien" están más que bien y que, sí, que La Malcasada es la mejor canción sobre un poema musicado desde, al menos, "Julia Reis" (en el disco de poesía de Loquillo La vida por delante) o “Con Elegancia” (en el disco de Loquillo del mismo nombre) y, desde luego, mil veces mejor que “Con las piernas abiertas” o “La Soledad desierta” de Un Hombre Exquisito. Que ya quisieran llegar a poder atar los botines blancos del hortera de Loquillo...
En 1976 se estrenó el documental El desencanto, de Jaime Chávarri. En él, se hacía un recorrido por el presente de la curiosa familia Panero, su actitud ante la muerte del patriarca (poeta semi-oficial del franquismo), los deteriorados lazos que aún les unían y las distintas formas de encarar lo que ya comenzaba a ser una evidencia incómoda y dolorosa: el desequilibrio mental del más joven Leopoldo María Panero quien, por sus propias intervenciones o por su presencia en las de su madre y hermanos, se acaba erigiendo como protagonista auténtico del filme, junto con el fantasma del padre muerto.
En 1994 se estrena Después de tantos años, esta vez filmada por Ricardo Franco. Si la anterior película, versaba sobre la muerte y lo difícil de seguir viviendo una vez que se abre ante ti una libertad para la que no sabes si estás preparado después de haber sido criado en la humillación, el esclavismo y el oprobio (y por eso se quiso ver como metáfora del final del franquismo) esta se trata, ante todo, de una película sobre el paso del tiempo. Como ya saben ustedes, Leopoldo María Panero se convirtió en un poeta de éxito, lo que no impidió que haya pasado gran parte de su vida en distintos manicomios. Juan Luis Panero decidió alejarse todo lo posible de su madre enferma y de su hermano loco, en realidad aislarse de casi todo el mundo o, al menos, todo el mundo que no estuviera contenido en los libros de Scott Fitzgerald. Por su parte, Michi Panero, el único que no triunfa en la literatura, se convierte en seguida en un mito, un escritor sin obra, un dandi al principio nihilista y al final resabiado, que se alza con el protagonismo de esta secuela (hay que decir que la idea de rodarla surge de él) por su ironía, vehemencia, sabiduría y hartazgo.
Imagino que es de aquí de donde sale la idea de Nacho Vegas de hacerle el homenaje que supone la canción El hombre que casi conoció a Michi Panero, que imagino que muchos de ustedes conocen y que, les aseguro, todos ustedes deberían conocer. Sin duda, una de las mejores canciones en castellano de los últimos 20 años. O puede que 200.
Hay que admitir que en Después de tantos años, Juan Luis Panero queda, en el mejor de los casos, como un ser bastante egoísta. Y posiblemente como un auténtico gilipollas. Por eso siempre ha sido mi preferido de los Panero y, por eso, siempre he querido, dentro de mis modestísimas posibilidades, reivindicar su obra. Porque la imagen que se transmite de uno posiblemente no tiene nada que ver con cómo es en verdad la persona. O así nos gusta consolarnos a los que en muchas ocasiones hemos quedado como unos egoístas y, en ocasiones, como auténticos gilipollas. Pero, sobre todo, porque la imagen que se ha transmitido de uno no tiene nada que ver con la calidad de sus textos. Y, aunque algunos no tengamos ese consuelo, Juan Luis Panero sí. Y se merece al menos eso:
MEDITACIÓN IDIOTA A LA HORA DE ACOSTARSE SOLO
Si has dicho, y repetido en tantas ocasiones,
que tu único amor es una maleta,
por qué te quejas y protestas
mientras miras el techo sobre tu cama solitaria.
Víctima, juez, y al final verdugo,
aún puedes sentir que te estremeces porque alguien te quiere,
pero tú elegiste, en cierto modo, ese destino,
y ahora debes pagar el precio.
Tú, que pronunciaste<< te quiero>>, tantas veces,
para reírte luego de tu propia frase,
¿qué esperas?, ¿a quién pides en vano?
Si cuando encuentras a alguien que comparte tus días,
tus noches más terribles, tu suma de fracasos,
te da miedo decirle <<sigamos juntos para siempre>>
Para que siempre conservemos las canciones, muchas, y altas y ruidosas y con muchos acordes.
Para que jamás nos alcance la imparcialidad de los hombros encogidos.
Para que no crezca nunca en nuestras entrañas esa calma mal llamada escepticismo.
Para creer en algo, aunque sea en nosotros mismos. O, por lo menos, en ella.
Ora pro nobis.
INVOCACIÓN
Que no crezca jamás en mis entrañas
esa calma aparente llamada escepticismo.
Huya yo del resabio,
del cinismo,
de la imparcialidad de hombros encogidos.
Crea yo siempre en la vida
crea yo siempre
en las mil infinitas posibilidades.
Engáñenme los cantos de sirenas
tenga mi alma siempre un pellizco de ingenua.
Que nunca se parezca mi epidermis
a la piel de un paquidermo inconmovible,
helado.
Llore yo todavía
por sueños imposibles
por amores prohibidos
por fantasías de niña hechas añicos.
Huya yo del realismo encorsetado.
Consérvense en mis labios las canciones,
muchas y muy ruidosas y con muchos acordes.
Por si vinieran tiempos de silencio.
(De Diario de un destello, Ed. Rialp, Madrid, 2006
El otro día, en una jam etílica (más etílica que jam, todo sea dicho) nos comenzó a salir una canción rollo flamenco (quizás también más "rollo" que flamenco) que, entre sonidos guturales, cacofonías y alaridos (era yo en ese momento quien llevaba, por decirlo de algún modo, la "voz cantante" -desde luego más voz que "cantante", todo sea dicho-) tenía un puente o estribillo (vete tú a saber en qué quedará la cosa) que decía así:
El amor, ay, el amor
no está tan mal...
tu amor, mi amor, es la mejor enfermedad de transmisión sexual,
ay, de transmisión sexual, ay, de transmisión sexual.
No sabemos si la "canción" seguirá para adelante: si sacáramos algo de cada jam etílica tendríamos una discografía que ni la de Bob Dylan (en cantidad, que no en calidad ni en discos religiosos, claro). Pero decidimos pararla por el momento, porque la frase (quizás le queda grande lo de "verso", ¿no?) de "el amor es una enfermedad de transmisión sexual" me sonaba demasiado conocida... (por motivos semejantes sigue en el cajón la canción "Yo soy yo y tus circunstancias").
Eso me hizo revisar un poema de Pablo García Casado en el que aporta definiciones del amor (que sí se pueden considerar verdaderos versos) y en el que, desde luego, no está esa frase. Pero si una aspirante a canción nos conduce a un poeta consagrado, no estará tan mal la ecuación de las alforjas y el viaje.
AMOR
una mujer siempre en la cocina
siempre con problemas siempre con la regla
la basura no te olvides de bajar al perro
una enfermedad que se cura con los años
una radio que empieza a perder las emisoras
un tren que realiza siepre el mismo recorrido
entre dos ciudades cada vez más alejadas.
(Las afueras.
Pablo García Casado)
No sé. Seguiremos buscando. O, al menos, seguiremos bebiendo. Pero si esto vale para que alguien nos guíe en esa búsqueda del no-plagio o para que conozca a Pablo García Casado, habrá motivos para brindar.
En el post anterior citábamos un poema de Vicente Gallego. Para ser justos, hemos de enlazar con la persona que nos hizo llegar hasta él: Víctor Martín Iglesias. Que sea un amigo íntimo desde la infancia es una característica circunstancial y que, desde luego, poco afecta a este blog. Sin embargo, que haya publicado un enorme libro de poesía (Cómo hemos llegado a esto, Editorial Casavaria 2010), no lo es tanto. Y, sobre todo, que hayamos adaptado uno de sus poemas en vistas a conseguir una canción distinta al rollo que hacemos habitualmente, lo es aún menos. Pongo aquí el fragmento del poema que hemos adaptado. Es verdad que no se corresponde con la letra de canción que está en proceso, que ha tenido que sufrir modificaciones por temas de musicalidad que yo no entiendo. Pero como ya le robaremos parte de su mérito literario cuando aparezca como canción, es justo respetarlo al menos aquí:
FRAGMENTOS
Suelo pensar en las guerras y en los reflejos
Que hay detrás de esos ojos, que hay detrás
De tus gafas de pasta,
Para intentar comprender
Cómo la indiferencia
Se convierte en un arma tan poderosa.
Nacimos para ser esclavos, nadie espera
Que tomemos decisiones importantes:
Alfabetizar medianamente al encargado
De portar nuestro ataúd en el entierro.
Ante esta vida de promesas incumplidas
La ignorancia es un antídoto que no duele.
Estoy perdiendo esa facilidad
Que tenía de insultar a los telediarios
Yo que gritaba y hacía muecas
Ante el más mínimo indicio de barbarie.
(…)
Esto viene a cuento porque, a raíz del movimiento 15-M y del posterior Proyecto Robo, hemos retomado una anterior idea, que surgió a raíz del malestar de conciencia motivado por la evidencia del escaso compromiso político que hay en nuestras composiciones. Sí que tenemos unas cuantas canciones más o menos, digamos, de carácter reivindicativo (siempre desde el cinismo postmoderno exigido por nuestro tiempo, claro), pero nos convencimos de que era mejor mantener la concepción temática en el discoNota de suicidio comercialpor varias razones: primero, porque nos gustan los discos temáticos; segundo, porque, de no ser así, poco sentido tiene a estas alturas de la historia sacar un disco como tal y, tercero, porque el primer disco de un grupo, creemos, debe reflejar ese estado postadolescente de exaltación y odio del amor, la juventud, la fiesta y la apatía.
De todas formas, esto de nuevo son pájaros volando y hablar de un posible segundo disco sin tener grabada una maqueta no viene mucho a cuento. Así que disculpen, que no quiero enrollarme y todas estas cosas las explicamos con más detenimiento en el blog sobre nuestra música (unhombreexquisito.blogspot.com). Pero sí quería, primero, recordar la existencia de otro poema que hemos adaptado y que tengáis la posibilidad de ver las diferencias entre el (magnífico) poema original y la (vulgar) letra de canción que surgirá después. Y, segundo y más importante, recordar que, si es que algún día, no lo vean vuestros ojos, llegamos a hacer ese proyecto de disco de carácter más punk, social, reivindicativo y aparentemete alejado de lirismos, será un disco en el que tendrá que tener cabida la poesía porque os aseguro que, si sale como tal, incluirá (o debería incluir, que no sé lo que pintaré yo en esta historia o si se me habrá olvidado) esta cita de Antonio Machado:
No diréis, amigos míos, que os preparo en modo alguno para la guerra, ni que a ella os azuzo y animo como anticipado jaleador de vuestras hazañas. Contra el célebre latinajo, yo enseño: si quieres paz, prepárate a vivir en paz con todo el mundo. Mas si la guerra viene, porque no está en vuestra mano evitarla, ¿qué será de nosotros –me diréis- los preparados para la paz? Os contesto: si la guerra viene vosotros también tomaréis partido sin vacilar por los mejores, que nunca serán los que la hayan provocado, y al lado de ellos sabréis morir con una elegancia de que nunca serán capaces los hombres de vocación batallona.
* Antonio Machado,Hora de España(1937).
Y todo esto, y ya acabo, viene a cuento porque mañana hay que salir a la calle, a las 18 de la tarde hora española, a la plaza que más cerca tengáis para demostrar que estamos preparados.
("¿Cómo hacerle comprender al mundo que lo nuestro es maravillosamente distinto?")
Cuando escribí la letra de Nunca fuimos a Las Vegas lo hice pensando, aterrado, en lo duro que debería ser vivir en una relación que sabes que ya no es como fue, que se acaba y, lo que es peor, que te aburre, que aburre al otro y que, más que irse muriendo, poco a poco vais matando con vuestra indiferencia. Recuerdo que se me ocurrió a raíz de la viñeta de Quino que adjunto arriba, en la que, aunque posiblemente quiera decir otra cosa, yo quise leer que al final, por muy especial que tú quieras verla, tu relación acaba siendo la misma mierda que todas las demás: enamoramiento, aburrimiento, apatía, ruptura y fin.
(La viñeta representa a una quincena de parejas de enamorados, todas aparentemente surgidas del mismo molde, y a una de ellas, que nada tiene de diferente, preguntándose: "¿Cómo hacerle comprender al mundo que lo nuestro es maravillosamente distinto?")
Sin embargo, imagino que inconscientemente también estuvo influida por la bellísima "Oh my sweet Carolina" de Ryan Adams ya que, años después, caí en ese verso de "I ain´t never been to Vegas but I gambled up my life" y recordé que, antes de que Pedro la transformara en lo que un día, razonablemente ebrios, bautizamos como un "híbrido entre Los Suaves y La Fuga", yo pretendí que fuera una baladita baladosa.
Pero lo que siempre tuve claro (todo lo claro que puedo tener yo algo, claro) que le vendrían bien unos versos, que reforzaran lo que servidora intentaba explicar sin tener la capacidad ni el lirismo que, finalmente, encontramos en las palabras de Alberto Tesán:
(...) Nos sabemos extraños y el engaño nos duele como duelen las noches pasadas en silencio mirando de soslayo el contorno de un cuerpo que no reconocemos y que un día fue nuestro. Nos hemos traicionado y pagamos el precio de nuestra cobardía con la sangre cansada que nos mantiene muertos.
(En las horas oscuras, dentro del poemario El mismo hombre)
Sin embargo, quizás sea este el blog apropiado para recordar que, aunque la métrica, el ritmo y otras cosas que no entiendo dejaron fuera de la canción a estos otros versos de Vicente Gallego, en el fondo, siempre han estado ahí:
ESTADÍSTICA
De todas las maneras que el amor es capaz de inventar para matarse, son las más compasivas las que muchos consideran más crueles: la traición, la mentira, cualquier suicidio rápido que certifique el fin con mucha sangre y permita lavarla con el llanto. Pero el amor es cruel consigo mismo, o es acaso muy torpe, porque suele elegir una muerte sin nobleza que se da con un arma lenta y triste: ese gas repulsivo y venenoso que acaban generando los bostezos.
El que sí que demuestra tener voz propia es Quique González al hacer una canción original y totalmente suya a partir de un poema de Luis García Montero. De hecho, aunque soy bastante seguidor de Luis García Montero, siempre me ha parecido superior la letra surgida a raíz del poema que el poema que sirvió de inspiración.
No pretendo insinuar que el poema sea malo (sería imposible, porque como ya he dicho, es de Luis García Montero), ni que no me guste a mí particularmente, pues tiene versos sencillamente brillantes. Es solo que siempre he considerado Aunque tú no lo sepas una de las mejores letras de canciones en castellano... Y al poema, pues solo un poema que merece la pena leer siempre y postear, ahora que viene al caso, a continuación:
AUNQUE TÚ NO LO SEPAS
Como la luz de un sueño,
que no raya en el mundo pero existe,
así he vivido yo
iluminado
esa parte de ti que no conoces,
la vida que has llevado junto a mis pensamientos...
Y aunque tú no lo sepas, yo te he visto
cruzar la puerta sin decir que no,
pedirme un cenicero, curiosear los libros,
responder al deseo de mis labios
con tus labios de whisky,
seguir mis pasos hasta el dormitorio.
También hemos hablado
en la cama, sin prisa, muchas tardes
esta cama de amor que no conoces,
la misma que se queda
fría cuanto te marchas.
Aunque tú no lo sepas te inventaba conmigo,
hicimos mil proyectos, paseamos
por todas las ciudades que te gustan,
recordamos canciones, elegimos renuncias,
aprendiendo los dos a convivir
entre la realidad y el pensamiento.
Espiada a la sombra de tu horario
o en la noche de un bar por mi sorpresa.
Así he vivido yo,
como la luz del sueño
que no recuerdas cuando te despiertas.
De todas formas, esto es una polémica ridícula y lo que menos pretenderá este blog será nunca hacer comparaciones o enfrentamientos, sino más bien intentar reflejar las relaciones que puede haber entre poesía y música, rock y lírica, versos, melodías y guitarrazos. De hecho, mejor disfrutar de las dos artes juntas y revueltas. Tal que así:
Aviso es un poema de Alberto Tesán contenido en su magnífico poemario Piedras en el agua (2003). Hasta la fecha, desgraciadamente, su último libro. Dice así:
Con las piernas abiertas el mundo te sonríe y yo muero de tanta ternura derramada has quemado el dinero y toda mi paciencia, pero te dejo hacer, segura entre las sábanas con algún muchachito aspirante a poeta. Empiezan a cansarme, sin embargo, las lágrimas que sirven de chantaje en el peor momento, y esa pose tan tuya de niña maltratada que exhibes en tertulias con tanto desparpajo. No te engañes, cariño, los años no perdonan. Y tu edad es la edad brumosa del dolor. Está cercano el día en que te sientas sola, escuchando, a oscuras, la voz rota de Joplin. Entonces no me llames, ni busques mi consuelo. He aprendido a tu lado, a ser obedecido. Cuando marques mi número y suenen tus disculpas estaré celebrando tu piel envejecida con la primera nínfula que sepa lo que busco: la sumisión total a todos mis caprichos.
Nosotros hicimos una adaptación del poema, al que metimos un estribillo, un puente y del que nos vimos obligados a recortar un par de versos. Aunque siempre la hemos conocido como "Tesán" o "la de Tesán" para no liarnos, en realidad se llama, para no liaros, "Con las piernas abiertas". Y suena así:
Según Ricardo Senabre: "Para un poeta que lo sea de verdad, recordar no es ununca repetir. Es utilizar, transformar, crear algo nuevo; incorporar, en suma, el eco ajeno a la voz propia e inconfundible".
Según Reyes: "Toda cita directa, incluso la más literal, es un simulacro, una imagen hecha a semejanza de otra cosa, nunca completamente igual a su modelo. Sólo por desplazarse de contexto, el texto citado se altera irremediablemente".
Nosotros sabemos que carecemos de voz propia, que no somos poetas de verdad. Pero confiamos en que el desplazamiento o la alteración de un poema de semejante calibre se haya convertido en una letra de canción inusitadamente buena. Al menos, para nuestro repertorio. En definitiva, que pese a nuestra contribución siga siendo casi tan buena como el poema de Alberto Tesán, sin traslaciones ni ecos que puta la falta que le hacen.